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Santander
Escrito por Pascual Hernández / Fotos: Viajeroshoy y Cantabria Infinita    PDF Imprimir E-mail

La novia del mar

Su bahía es una de las más bellas del mundo y los edificios, esbeltos y señoriales, reflejan una poderosa historia impulsada por la industria naviera y el turismo  

Panorámica de Santander_1

Hacía tiempo que no visitaba Santander y como ocurre cuando vas a una cita con un viejo amigo o un antiguo amor, no sabía cómo sería el reencuentro. ¿Cómo sería su aspecto ahora?¿Conservaría aquella poderosa atracción en mí que la convertían en un bellísimo recuerdo?
La última vez fui a su encuentro atravesando el imponente Puerto del Escudo que hace de tobogán hasta ponerte a los pies de la ciudad. Ahora sobrevuelo sus montañas verdes, muy verdes, y la vista de pájaro es realmente espléndida. El avión vuela sobre valles y montañas salpicadas de construcciones tradicionales de piedra y techos de teja roja. Se escora y puedo finalmente ver el Cantábrico mientras se aproxima a la pista de aterrizaje del Aeropuerto de Parallas. Es una mañana de un mayo loco y la temperatura alcanza los 15 grados. El clima de Santander es oceánico húmedo y la temperatura media oscila entre los 20º C en verano y los 10º C en invierno. No es infrecuente cruzarte con algún chubasco.
Apenas diez minutos más tarde me encuentro ya en el Hotel Bahía, uno de los históricos de la capital. Céntrico y, como su nombre indica, con vistas a la bahía. Próximo al antiguo muelle, a sus espaldas se encuentra la Catedral.

Santander_2

Desde la habitación se contempla el desgarrador monumento a los fallecidos en el terrible incendio de 1941. Aquél fue uno de los momentos más dramáticos de la historia reciente de Santander y tras él la ciudad resurgió más bella y poderosa de sus propias cenizas. Se inició en la madrugada del 15 al 16 de febrero en la calle Cádiz y durante dos pavorosos días destruyó la mayor parte de la zona antigua, volatilizando 1783 viviendas, 508 comercios y 37 calles. La estrechez de las calles y la estructura de madera y de fachadas con miradores favoreció la difusión rápida de las llamas.
Salgo a la calle de Alfonso XIII, un monarca muy ligado a la ciudad como veremos más adelante y del que existe un pequeño busto unos metros más adelante frente al edificio de Correos, y busco una primera aproximación al mar. Paseo por los Jardines de Pereda, insigne escritor santanderino, y entre el blanco Palacete del Embarcadero (hoy utilizado como centro de exposiciones) y la Estación Marítima de Ferrys me detengo a contemplar la bella bahía con su mar azul. Hay tres colores que no te abandonan nunca en Santander: el blanco de sus edificios, el verde intenso de su vegetación y el azul del mar. Al otro lado de la bahía se distinguen a lo lejos pequeñas poblaciones como Somo, Laredo o Pedreña, localidad natal del golfista Severiano Ballesteros, y entre cuyos verdes greens del campo de golf forjó sus geniales golpes.  
Alrededor de estos muelles de Albaredo, Maliaño y el de Nueva Montaña fue creciendo el tráfico marítimo y la ciudad a los largo de los siglos hasta alcanzar sus actuales 35 km2 y cerca de 200.000 habitantes.

Catedral de Santa María de la Asunción

Catedral de Santander_3

Camino hasta la cercana Catedral de Santa María de la Asunción (Plaza del Obispo José Eguino y Trecu, s/n. Tel. (+34) 942 2260 24). Levantada sobre un promontorio natural, el cerro de Somorrostro, el lugar estuvo dedicado al culto religioso desde época romana. En el siglo VIII Alfonso II fundó la Abadía de los Cuerpos Santos en el monasterio preexistente, dedicándola a los Santos Emeterio y Celedonio. A lo largo de los siglos ha sido reformada en varias ocasiones, sobre todo tras el incendio de 1941, hasta alcanzar su aspecto actual de tres naves de grandes y gruesos pilares. Destaca la preciosa cripta, así como objetos artísticos medievales, renacentistas y barrocos, como una pila hispanomusulmana del siglo XIII y el monumento funerario de Marcelino Menéndez Pelayo, obra del escultor Victorio Macho.
Abandono el templo religioso y por la próxima Avenida de Calvo Sotelo recorro los más mundanales comercios de la capital, entre bellas casas con balconadas acristaladas para encontrarme con la Plaza Porticada, bellísimo recinto cuadrangular rodeado de soportales. Continuo hacia el oeste por la misma avenida y poco después aparece la Plaza del Ayuntamiento, que acoge al sobrio edificio municipal, y que hoy es un céntrico lugar de encuentro, paseo y compras para los santanderinos. A sus espaldas se encuentra el Mercado de la Esperanza, inaugurado en 1904, excelente muestra de arquitectura modernista de los arquitectos Eduardo Reynals y Juan Moya. A la izquierda de éste la casa Museo de Menéndez Pelayo y el Museo de Bellas Artes. Una grisácea nube advierte que abra el paraguas. Lo hago y un brusco chaparrón me acompaña durante cinco minutos. El cielo se despeja y sigo mi paseo.
Desciendo de nuevo en busca de las comerciales calles de Jesús de Monasterio y Burgos. Desde ellas vuelvo a buscar la bahía hasta dar con el Parlamento de Cantabria y la Estación de Renfe. Lo recorrido hasta ahora se encuentra en apenas 500 metros aproximadamente y a excepción de alguna pequeña cuesta el paseo es llano y placentero.

Paseo de Pereda

Regreso al centro de la ciudad y de nuevo junto al Hotel Bahía me dispongo a pasear en dirección noreste hacia las playas del Sardinero, sin perder de vista el mar. Camino ahora por el señorial Paseo de Pereda entre edificios simétricos y suntuosos con miradores acristalados, balcones de forja y buhardillas.

Paseo Pereda Santander_4

En los bajos, comercios, cafeterías, pastelería y heladerías con terrazas donde la burguesía ha disfrutado de sus horas de ocio a lo largo de los dos últimos siglos. Esta zona pertenece al ensanche de la ciudad acometido a partir del auge del comercio marítimo. Primero fue la apertura del `camino de Reinosa´, en 1753, que inició el comercio de lanas y harinas castellanas -llegó a ser conocida como el Puerto de Castilla- y sobre todo cuando en 1765 el puerto de Santander es habilitado para comerciar con las colonias americanas. A mediados del siglo XVIII la ciudad inicia su transformación hacia el este y los antiguos muelles serán convertidos en un elegante paseo. La planificación urbanística siguió el ideario del racionalismo ilustrado y de la realización de las primeras casas se encargó el ingeniero militar Francisco Llovet en 1765 (números del 1 al 8 del Paseo de Pereda).

En una visita unos años más tarde a Santander, el viajero inglés George Borrow afirmaría "Santander posee un muelle hermoso, sobre el que se alza una línea de soberbios edificios, mucho más suntuosos que los palacios de la aristocracia en Madrid". Otro edificio emblemático del Paseo y de la ciudad es el del Banco de Santander, construido en 1875 por Atilano Rodríguez y reformado en 1945 por Javier González de Riancho.

Puertochico Santander_5

Prosigo el paseo hasta alcanzar el Real Club Marítimo y Puertochico, antiguo puerto de pescadores reconvertido hoy en puerto deportivo. Ahí termina el Paseo de Pereda y comienza el Paseo de Castelar, cuyos edificios más relevantes son el Banco Vitalicio, obra de Gonzalo Brigas en 1919), casa Avendaño (Valentín Lavín, 1906) y Casa Yllera (también de Lavín en 1902). A la entrada de las embarcaciones a Puertochico se encuentra el moderno edificio acristalado del Centro de Alto Rendimiento de Vela Príncipe de Asturias. No hay que olvidar que la vela posee gran tradición y seguimiento en Santander y toda Cantabria. Frente a éste se encuentra el moderno Palacio de Festivales donde se celebran eventos musicales y teatrales. Una pronunciada subida nos aproxima a la aristocrática Avenida Reina Victoria, en reconocimiento a la reina que tantos veranos pasó en Santander, y lugar de palacetes señoriales de gran belleza.

Ciudad balneario

Palacio de la Magdalena Santander_6

En el último tercio del siglo XIX Santander, como otras ciudades costeras de Europa como Biarritz, Deauville, Cannes o Niza, se convierte en importante destino turístico y de ocio gracias a la promoción de los baños de ola(ver recuadro guía) y sus propiedades terapéuticas. La aristocracia y alta burguesía madrileña y castellana encontraron en Santander el lugar saludable y de descanso ideal que les permitiese al mismo tiempo mantener sus relaciones sociales.

En 1861 la reina Isabel II pasó unos días de verano en las playas de El Sardinero y en agradecimiento el Ayuntamiento le ofreció unos terrenos para construir un palacio. Años más tarde Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia visitaron en varias ocasiones Santander en verano, hasta que en 1908 la ciudad ofreció como regalo de bodas al monarca los terrenos de la península de la Magdalena donde se construyó un palacio (obra de Javier González de Riancho y Gonzalo Bringas) que se inauguró en 1912.

Avda Reina Victoria Santander_7

La presencia real atrajo a la aristocracia española y alrededor del Palacio de la Magdalena surgieron magníficas villas señoriales (casa Pardo, quinta Ribalayqua, casa Cué, quinta Maza, La Casuca...) y grandes hoteles como el Reina Victoria (también de González de Riancho, en 1916), el Hotel Real, el nuevo Gran Casino, el Hipódromo de Bellavista, etc., inspirados en la Belle Epoque y los grandes balnearios de la Costa Azul francesa.
Entre palacetes llego a la altura de la península de la Magdalena y de su Palacio, hoy sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Los terrenos incluyen un gran jardín, un pequeño acuario y las Caballerizas Reales que sirven de alojamiento a profesores y estudiantes. Y cómo no, su magnífica playa, desde la que pueden verse las del Puntal en mitad de la bahía.

Casino de Santander_8

Reanudo el paseo por la Avenida Reina Victoria pasando por la playa del Camello y ya diviso al fondo los 2 kilómetros de las bellísimas playas de La Concha y la primera y segunda playas del Sardinero. Antiguamente en la primera se bañaba la aristocracia y en la segunda, que comienza a la altura de los Jardines de Piquío, y en unos baños flotantes en Puertochico, la población más humilde. Metros y metros de arena finísima que son bañados por el bravo Mar Cantábrico y que son el lugar ideal para el baño, practicar deporte, pasear o simplemente fijar la mirada en el horizonte. Llego a la Plaza de Italia (antigua Plaza del Pañuelo) donde se encuentra el Gran Casino y hoteles como El Gran Hotel de El Sardinero.

Playa del  Sardinero Santander_9

Ese es, quizá, el lugar más bello de Santander. Aunque si continuáramos la línea de la costa llegaríamos hasta el Parque de Mataleñas y el Faro de Cabo Mayor, desde donde las vistas son también maravillosas. Allí se encuentra la entrada a la bahía de Santander. Posiblemente una de las más bellas del mundo.

Sólo han sido unas pinceladas de esta bella ciudad que mira al mar.

Más información: www.turismodecantabria.com y www.ayto-santander.es

 

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